Richard Briffault
La naturaleza híbrida de los “Business Improvement Districts” (BIDs) impide encajarles fácilmente en las categorías jurídicas que se apoyan en la distinción público-privado. De modo que se plantean problemas en torno a la elección de los miembros de sus órganos de Gobierno, la aplicación de las leyes relativas a los organismos públicos y su financiación. En general, en estos casos los tribunales han fallado a favor de los BIDs. Las dos resoluciones judiciales clave en este ámbito han concluido que los órganos de Gobierno de los BIDs no se sujetan a la regla “una persona, un voto”, y que a las exacciones vinculadas a los BIDs no se les aplican las limitaciones propias de los impuestos. Sin estos dos pronunciamientos, los BIDs, tal y como los conocemos, probablemente no existirían. Para “sobrevivir legalmente”, los BIDs han sido capaces de aprovechar las ambigüedades existentes en el Derecho público americano. No todos los organismos públicos se sujetan a la regla una persona, un voto y no todas las exacciones establecidas en este ámbito por el Gobierno se consideran como impuestos. Sin embargo, en ambos casos, los tribunales han recurrido a las doctrinas existentes para dar cabida a los BIDs. Todo ello sin perjuicio de reconocer ciertos límites legales a los BIDs. Así, por ejemplo, afirman que las leyes de transparencia se aplican a las entidades privadas que intervienen en el órgano de Gobierno de un BID, y que los BIDs deben demostrar que existe un beneficio especial y signitificativo para todos aquellos que financian sus actividades para lograr que las contribuciones especiales no se sometan a las restricciones establecidas para los impuestos. Los tribunales han realizado una interpretación amplia de las doctrinas jurídicas existentes para adaptarse a los BIDs, pero esas doctrinas todavía imponen ciertas restricciones en consonancia con la naturaleza híbrida de los BIDs que son organismos públicos creados para proporcionar beneficios para el sector público como para los particulares.
Due to their hybrid nature, BIDs do not fit easily into legal categories that distinguish between public and private. Issues concerning the legal nature of BIDs have arisen with respect to the selection of their managing boards, the application of laws dealing with public bodies, and their financing. Courts have generally resolved these cases in favor of BIDs. The two key decisions have been the determination that BID managing boards are not subject to the one person, one vote rule, and that BID assessments are special assessments not subject to state tax limitations. Without both of these rulings, BIDs as we know them probably would not exist. To survive legally, BIDs were able to take advantage of ambiguities built into American public law. Not all public bodies are subject to one person, one vote, and not all changes imposed by government are considered to be taxes. But in both areas, courts stretched existing doctrines to accommodate BIDs. In some cases, courts imposed legal limits on BIDs, holding, for example, that government transparency laws apply to the private entities that operate as BID managing boards, and that BIDs must demonstrate there is a distinct, special benefit for those who pay for their activities in order for their assessments to be exempt from restrictions on taxes. The courts have stretched legal doctrines to fit BIDs, but those doctrines still impose constraints consistent with the hybrid nature of BIDs –that they are public bodies created to provide private as well as public benefits-.