Contar el transporte con la ayuda de la estructura sistemática e integrada que ofrecen estas cuentas ecológicas debería servir al viejo propósito de la princesa Scherezade, que no era otro que mantener despierto al sultán y prolongar la vida más allá de las mil y una noches. La moderna Scherezade se debate entre dos tipos de cuentos, los que adormecen con alfombras voladoras, con soluciones tecnológicas “sostenibles” o “inteligentes”, o los que despiertan las conciencias y la responsabilidad propia. Porque la conclusión de un análisis como el aquí sintetizado no es otra que la necesidad de mejorar la comprensión global del transporte e incorporar la complejidad a las decisiones que, sin despreciar las opciones tecnológicas, son, sobre todo, de carácter social, cultural y político.