Otro gobierno municipal es posible, sí, pero sólo sobre la base de otra concepción de la ciudad y de la ciudadanía. No es posible gobernar de otra manera la ciudad si previamente no la resignificamos. ¿Podemos ir más allá de lo que una primera interpretación de la categoría “espacio común” puede indicar? Por supuesto que la ciudad es un espacio potencialmente abierto al uso de todas las personas, pero esta potencialidad no basta. Hay espacios diseñados para su uso público o colectivo que, sin embargo, acaban convertidos en «no-lugares» (M. Augé) o en «espacios basura» (R. Koolhaas): recursos potenciales que, sin una comunidad que los use y sin que se construya conscientemente en ellos y a partir de ellos, que se apropie de los mismos y los recree continuamente, se vuelven espacios vacíos, degradados, vigilados o cerrados. Y esto vale tanto para la ciudad en su conjunto como para los diversos espacios que la componen.