De un tiempo a esta parte, los modernos avances en la física que han representado las teorías del caos no han sido ignorados por el pensamiento organízacional. Tal es así que varios son ya los autores (Nonaka, 1988a, 1988b; Zimmerman, 1991; l992; l993; Stacey, l992; o en nuestro país, Gómez Pallete, 1995 los que han comenzado a trabajar sobre las posibilidades que ofrecen las teorías del caos en relación a: 1) como entender las organizaciones, 2) como entender la evolución de estos sistemas complejos, y 3) las nuevas perspectivas que se abren de cara a la gestión de las mismas.
Desde esta nueva visión, las organizaciones distarían mucho de ser sistemas que tiendan a un equilibrio estable.
El equilibrio entendido como estabilidad, siempre ha sido un tema fundamental en la literatura organizativa. Desde los clásicos hasta el enfoque contingente se ha promovido el que una de las importantes tareas de los gestores es encontrar ese equilibrio: equilibrio interno-externo, en la organización científica del trabajo; equilibrio entre grupos formales e informales, en los trabajos de Mayo y Roethlisberger; equilibrio entre prestaciones y contraprestaciones, por parte del trabajador en March y Simon; equilibrio entre organización y ambiente, en los enfoques contingentes; etc. Desde los nuevos planteamientos enraizados en las teorías del caos se trataría, más bien, de facilitar una gestión organizacional que creara y expandiera la incertidumbre (Zimmerman), apoyara el conflicto positivo y la existencia de fuerzas opuestas en la organización (Zimmerman, Nonaka, Stacey), y que otorgara un valor a la información más allá del mero procesamiento, con mayor énfasis en la creación de la misma y en la creación de significados (Nonaka). Estas serían, entre otras algunas de las características más relevantes de la nueva gestión, entre cuyas finalidades básicas se hallarían el crear organizaciones con capacidad continua de autogeneración. En otras palabras , de autoorganizarse.