Si se presta atención, es inquietud el sentimiento que aflora respecto de la Unión Europea que tenemos y sobre su futuro. Inquietud, además, que emana no solo de los europeos de a pié, como puede deducirse con claridad de una lectura atenta del Eurobarómetro(1); también politólogos, economistas y funcionarios muy cualificados de las instituciones comunitarias concluyeron sus debates, en el seminario celebrado en la isla griega de Haiki (3-6 julio 2014), sobre el estado de la Unión Europea, con un tono general de preocupación(2). Y sí, ciertos datos(3) ayudan a entenderlo: desde 2015, en la Unión Europea, el número de fallecimientos superará al de nacimientos y resultará inevitable que la inmigración ayude�; en 2060, un tercio de la población europea tendrá más de 65 años (¿podrá con todo el sistema de pensiones�?). El resultado de las elecciones al Parlamento Europeo de este año ha aportado, asimismo, su dosis de inquietud con la llegada a esta institución clave de la Unión de un buen número de populistas, euroescepticos o simplemento eurofobos(4).