Ni el estancamiento económico de la Unión ni su ausencia de visión diplomática independiente desarma a los federalistas europeos. Al contrario: cuanto menos aceptación popular tiene su proyecto, percibido como tecnocrático y populista, más se empecinan en hacerlo avanzar, subrepticiamente pero a marchas forzadas. Década tras década, las �realizaciones concretas� de los federalistas se han transformado en hechos consumados.