Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) representan, según algunos, la iniciativa mundial más ambiciosa para renovar e impulsar la agenda internacional para el desarrollo, permitiendo reducir el avance de la pobreza en el mundo para el año 2015 por medio de un plan de acción basado en una combinación de objetivos y metas novedosos, que se concretan en una serie de indicadores medibles y aplicables a escala mundial. Por el contrario, no son pocos quienes sostienen que los ODM suponen el reconocimiento del estrepitoso fracaso de las políticas mundiales de cooperación y ayuda al desarrollo llevadas a cabo hasta la fecha, rebajándose de forma ostensible los compromisos acordados por la comunidad internacional en anteriores años, centrándose más en abordar las consecuencias de la pobreza, que en conocer y modificar las causas estructurales que la provocan. Posiblemente ambas posturas sean necesarias para valorar adecuadamente el alcance real de los ODM, así como sus posibilidades de aplicación en las políticas oficiales de cooperación. Los ODM podrían suponer así una oportunidad para dotar de mayor precisión a las políticas de AOD, lo que permitirá una mejora sustancial de la eficacia de las actuaciones. Pero para ello, deberán conocerse las posibilidades y limitaciones efectivas de los ODM al hilo de las recomendaciones que han ido surgiendo en los informes elaborados por las Naciones Unidas y no ignorar el nuevo escenario que ha abierto la crisis sistémica global que atravesamos.
The Millennium Development Goals (MDGs) represent, according to some, the most ambitious global initiative to renew and advance the international development agenda, allowing progress in reducing world poverty by 2015 through a plan action based on a combination of novel targets, which are specified in a series of measurable indicators and applicable worldwide. Conversely, there are many who argue that the MDGs represent the recognition of the failure of a struggling global policy of development cooperation carried out to date, dramatically lowering of the commitments agreed by the international community in previous years, focusing more on addressing the consequences of poverty, to know and change the structural causes that lead. Possibly both positions are necessary to adequately assess the true scope of the MDGs and their potential application in the official policies of cooperation. The MDGs could mean an opportunity to bring more precision to the ODA policies, allowing a substantial improvement in the effectiveness of actions. But we must know the actual possibilities and limitations of the MDGs in line with the recommendations that have emerged in reports by the United Nations and not ignore the new scenario has opened up the global systemic crisis we traverse.