En la década de los noventa tuvo lugar un hecho que transfiguraría la faz del mercado legal y asentaría los pilares de la etapa que ahora estamos viviendo: la quiebra del monopolio de la información de contenido jurídico y la consecuente corrección del desequilibrio o asimetría que se inclinaba a favor de los abogados. Este acontecimiento ha socavado las relaciones entre cliente y abogado, aflorado las disfunciones organizativas de los despachos y uniformado la oferta de servicios jurídicos.