Desde EE UU y la UE, hasta Rusia, China, África y, sobre todo, Latinoamérica, el actual contexto multipolar es favorable al proceso de reformas que vive Cuba. El objetivo es diversificar las relaciones y evitar o disminuir dependencias, la debilidad estructural de la Isla.
Aunque con menor intensidad y visibilidad que las transformaciones económicas y sociales que están teniendo lugar en Cuba, la política exterior también está pasando por un proceso de actualización a tono con los "lineamientos" aprobados por el Partido Comunista de Cuba (PCC) en 2011. Estos cambios ya se notaron a partir del momento en que Raúl Castro asumió la jefatura del Estado y del gobierno en 2006. El estilo del nuevo gobernante contrasta con el de su predecesor. Raúl acostumbra a pronunciar discursos más espaciados y cortos, y viaja solo en ocasiones excepcionales, prefiriendo delegar en algún vicepresidente o en el canciller. Es sintomático que haya asistido preferentemente a cumbres regionales y que sus visitas al exterior se hayan concentrado en América Latina y el Caribe, China y Rusia, y algunos países clave del continente africano y Asia (Angola, Argelia, Suráfrica y Vietnam).
Este proceso tiene lugar en un contexto internacional mucho más favorable para La Habana en lo político que en lo económico. Mientras que la actualización del modelo económico tiene que lidiar con un entorno sumamente negativo a causa de la crisis financiera global de 2008 y sus consecuencias, el orden mundial ha evolucionado en una dirección que coincide con la esencia anti-hegemónica y contra-dependiente de la tradicional proyección exterior del Estado cubano. Vale la pena apuntar, sin embargo, que aun cuando Estados Unidos ha perdido influencia en el sistema, su política de "cambio de régimen" hacia Cuba por medios punitivos, que no es compartida por sus aliados, tiene efectos muy negativos sobre las relaciones económicas exteriores del país, como quedó demostrado en la reciente multa impuesta al banco francés BNP Paribas. Cuando Cuba está intentando expandir la inversión extranjera en su economía, las sanciones impuestas a entidades financieras en Europa y otras regiones por llevar a cabo operaciones con "Estados promotores del terrorismo", categoría en la cual Washington mantiene a Cuba arbitrariamente y contra toda lógica, no puede sino introducir un elemento adicional de riesgo para cualquier actor interesado en participar de la economía cubana.
Para la actualización de su política internacional, La Habana cuenta con varios activos no deleznables. Gracias a su decidido apoyo a las luchas anticoloniales y antiracistas en el Tercer Mundo en el pasado y su actual proyección como principal proveedor de cooperación Sur-Sur en cuestiones vitales como la salud pública, el gobierno cubano cuenta con un capital político sustancial para buscar nuevas colaboraciones. Esto se demostró en diciembre de 2013, cuando Raúl Castro fue uno de los pocos jefes de Estado invitados por el gobierno de Suráfrica a pronunciar un elogio a Nelson Mandela durante sus honras fúnebres en Johanesburgo. En esa ocasión, los presidentes de Cuba y EE UU se estrecharon las manos, algo que no sucedía desde que Fidel Castro y Bill Clinton lo hicieran hace 14 años en la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas en Nueva York�