Carlos Alberto Abalerón
La madurez de la Tragedia de los Comunes significa que la irreversibilidad del deterioro y destrucción de lo que compartimos como Humanidad, ha alcanzado cotas de inmediatez y concreción nunca antes logrado. Con más fuerza desde los años sesenta, a la legitimidad científica de no controlar ni gestionar los comunes se le ha unido la legitimidad social. Diversos enfoques comparten la discusión: si es una cuestión demográfica, o tecnológica o política la que está en la base de la tragedia, entre otras. La salida pareciera ser un radical cambio en los estilos de desarrollo y de vida, que antes que disminuir el número de comensales haga más eficaz la distribución de los frutos de la evolución, a través de valores compartidos por todos los seres humanos, y donde el Derecho a la Vida de las presentes y futuras generaciones adquiere preeminencia sobre cualquier otro. Las grandes dificultades de los consensos globales, no justifican la inmovilidad a nivel local. Solo queda incursionar en nuestro tiempo y espacio vital, donde aún contamos con suficientes grados de libertad, para desactivar aquellas �pequeñas� tragedias de nuestra cotidianeidad. El camino podría ser el indicado por el Desarrollo Integral, contribuyendo desde abajo al pensamiento y acción global.