El fin y principio de un nuevo milenio han traído consigo sentimientos encontrados, una necesidad de purificación junto a una ola de terror secularizado ante la inevitable destrucción del mundo. En parte, todo Apocalipsis implica una conflagración final entre las fuerzas del bien y las del mal. Luego de ello, sobrevendrá un reino de mil años caracterizado por la confraternidad, la cooperación, la justicia y la igualdad (utopía). El deterioro de las costumbres humanas –y otros signos–, y la figura de la corrupción no son otra cosa que la simbolización del paso del tiempo y de la corrupción del propio cuerpo biológico. Es allí donde reside la culpa no asumida por las civilizaciones que ven en el milenarismo una forma de redención. Siguiendo este argumento, la gripe A o porcina (incluso sus potenciales variaciones o mutaciones) parece haber despertado en el interior de las sociedades industriales la idea de que una pandemia apocalíptica diezme a gran parte de la población mundial.
The beginning and end of a new millennium carries on contrasting feelings; a need of purification in combination with a wave of a secularized anxiety before to the inevitable destruction of World. The bottom-day seems to be associated to a final fight between god an evil forces in which case a kingdom of thousand years will emerge with confraternity, harmony and peace. Of course, the corrosion of human beings’s customs is no other thing than the corruption of the own body and the elapsing of time. Just there wherein culprit is not internalized surfaces the horror as a form of projection. Following this line of reasoning, Influenza A or Swine Flu –even their possibilities of mutation- looks to wake up in the core of industrialized societies an idea enrooted in the belief of an apocalyptic pandemic wreaks havoc in uttermost part of global population.