Hace ya más de tres años que Siria vive inmersa en un baño de sangre. Un tercio de su población se ha marchado al exilio, y la mitad de sus infraestructuras han sido reducidas a escombros. El caos que reina aumenta los temores de Israel por su seguridad, que se encuentra dividido entre la hostilidad hacia el régimen de Damasco y el miedo a que grupos yihadistas tomen el poder a las puertas de su territorio.