La complicidad entre los dirigentes políticos y los medios de comunicación fue un elemento crucial en el éxito de la transición española. Aquella complicidad se fue transformando poco a poco en una maraña de complejas relaciones que, en esencia, responden a la fórmula más extendida del clientelismo; es decir, el intercambio de prebendas por apoyo político. Uno de los rasgos definitorios del sistema comunicativo construido por el régimen democrático es la presencia de un tipo singular de relaciones que se puede identificar como clientelismo mediático: los gobiernos aprovechan los recursos públicos para asegurarse ciertas prebendas. El reparto de las concesiones para emisoras de radio y de televisión constituye un ejemplo paradigmático de estas relaciones. En este escenario, el clientelismo mediático puede suponer una forma de perversión de la democracia.