Los escritos autobiográficos de Carmen Baroja, Zenobia Camprubí y María Teresa León nos permiten seguir de cerca el enorme esfuerzo que realizó un importante colectivo de mujeres de la burguesía liberal española de la primera mitad del siglo xx para romper con el dispositivo de feminización, dejar de ser el sexo débil y alcanzar una mayor autonomía personal y profesional. El análisis sociohistórico de las trayectorias de estas tres mujeres muestra que, en cierta medida, pudieron desasirse de los lazos de sujeción atados, y bien atados, por las principales instituciones de socialización establecidas en unas sociedades en las que imperaba un fuerte desequilibro de poder entre las clases y entre los sexos. Esa ruptura fue posible gracias a su capital económico y cultural de origen, a los trabajos que realizaron, a las asociaciones de mujeres de las que formaron parte, a las redes sociales en las que se apoyaron, así como a su resistencia y tenacidad frente a la dominación masculina. Si se exceptúa la época de la Segunda República, ni los gobiernos, ni la gran mayoría de los varones, empezando por los de su entorno más próximo, fueron cómplices en sus proyectos para lograr una mayor emancipación.