Aún cuando se advierte, por parte de la Administración y concretamente por los responsables de las políticas de inmigración, que el número de extranjeros que inmigran a España cada vez presenta menos diferencia en cuanto al género, la invisibilidad de la mujer sigue siendo una constante. Si los extranjeros deben padecer los efectos de una legislación orientada más sobre la base de formulaciones negativas, cuya finalidad es evitar nuevos flujos y permeabilizar las fronteras antes que sobre la base de la solidaridad y la integración, las mujeres, en tanto que extranjeras, padecen una mayor discriminación como consecuencia de estereotipos desvalorizados arraigados en la sociedad de acogida y en las severas normas en torno a la reagrupación familiar.