La atención a la salud en general y a la salud mental en particular en los países desarrollados se está transformando radicalmente, y generalmente para peor, en los últimos años. La mayor parte de las decisiones que han guiado esta transformación han emanado no de los departamentos de sanidad, sino de los de política económica. Los «economistas» se han ocupado sin complejos en función de los conocimientos de la disciplina que les es propia, de la vida de los ciudadanos y de la actividad de profesionales de otras áreas de conocimiento. Sin embargo la actividad de los «economistas» y de los responsables de las políticas económicas ha sido rara vez objeto de la atención de otras disciplinas. Desde luego el que los «economistas» hablen de lo que no saben e impongan su criterio sobre ello no es un argumento para que los demás hagamos lo mismo. Aunque quizás sí para que nos preguntemos por qué nos parece natural que esto sea así.
In developed countries, health care in general and mental health care in particular has been undergoing radical transformation in recent years, mostly for the worse. Most of the decisions that have guided this transformation have emanated not from health departments, but from those of economic policy.
«Economists» have shamelessly busied themselves based on knowledge of their discipline, of the life of the populace and of the activity of professionals of other areas of knowledge.
Nevertheless, the activity of the «economists» and economics policymakers has rarely been subject to the attention of other disciplines. As such, the fact that the «economists» do not know what they are talking about and impose their criteria on it does not mean that the rest of us should do the same. However, maybe we should ask ourselves why it seems natural to us that it would be that way.