Las palabras son fuerzas materiales. Nos hacen y deshacen. Indignados, 99 %, la gente de Tahrir? han sido ingredientes constitutivos de las plazas, absolutamente determinantes para abrirlas como lugares comunes, desplazando las identidades que nos separan cotidianamente. Para abrir espacios de todos y de nadie necesitamos dejar de ser lo que la realidad nos obliga a ser: la fuerza del anonimato. Pero paradójicamente el anonimato no consiste en el rechazo de los nombres, sino más bien en asumir un nombre compartido. Un nombre de cualquiera contra los nombres separadores.
Words are tangible forces. They make and unmake us.
Indignant, the 99%, the people of Tahrir, have been constituent ingredients of the public squares, absolutely determined to open them as common spaces and displacing the identities that separate us every day. To open spaces for everyone and nobody, we need to stop being what reality forces us to be: the power of anonymity. But paradoxically, anonymity does not consist of rejecting names, but rather of assuming a shared name. Any old name against separating names.