Haizam Amirah Fernández
Egipto ocupa una posición central en el mundo árabe: de lo que allí ocurra depende en gran parte el porvenir de su vecindario amplio. Tres factores interconectados marcarán su transición: la economía, la seguridad y la capacidad de integración política y social.
Tres años después de la caída de Hosni Mubarak, Egipto vive en un estado de profunda incertidumbre. La euforia de dimensiones mundiales que emanó de la plaza Tahrir en enero y febrero de 2011 ha dado paso a otros estados de ánimo que van desde la impaciencia y el desencanto a la estupefacción y la decepción. Dentro de Egipto, no son muchos los que ven lo ocurrido durante los últimos 36 meses con optimismo. Menos optimistas aún son numerosos observadores externos que han seguido la evolución de la transición egipcia, con sus continuos sobresaltos, giros sorprendentes y no pocos errores colectivos de gravedad...