En un congreso titulado �figuras de la dominación� es pertinente apuntar a uno de los momentos clave del siglo XX, el III Reich, paradigma de la dominación ciega y cruel, y comprobar cómo toda la historia posterior ha sido escrita y legitimada sobre la base de un muy rentable mito, a saber: que los excesos y desmanes políticos del siglo XX corresponden con los excesos, específicamente modernos, estatalistas y racionalistas, de modo que el problema, y no la solución, es precisamente el Estado, centro político de la Modernidad. Superar el Estado y con él el totalitarismo, precisamente, es lo que ha pretendido el neoliberalismo triunfante. Apoyándonos en Franz Neumann y David Harvey será posible sacar a la luz un fraude fundamental de la filosofía política contemporánea: ni el totalitarismo fascista correspondió con una hipertrofia del Estado ni el neoliberalismo corresponde con un fin del totalitarismo.