La explicación de que las grandes potencias estén preocupadas por la salud mundial no reside ni en el altruismo ni en la filantropía, sino más bien en sus propios intereses, unas veces relativos a la seguridad, y otras a la economía y a la geopolítica. Sin embargo, Europa podría hacer un mejor uso de los fondos concedidos a las instituciones internacionales. El África subsahariana, donde se concentran los desafíos de las décadas venideras, vuelve a ser prioritaria.