La lucha contra la corrupción es el combate por más y mejor política. El deterioro en la confianza política que acumulan los líderes, los partidos y las instituciones es directamente proporcional a la preocupación que la corrupción genera entre la ciudadanía, con una dinámica que amenaza con convertirse en crónica. La corrupción alimenta el descrédito, al tiempo que el descrédito se produce, también, por la corrupción.