El deporte y el fútbol resultaron fundamentales dentro de la estrategia política que permitió a Silvio Berlusconi acceder a la Presidencia del Gobierno italiano. El fútbol con su poder mediático se convirtió en una plataforma útil por sus finalidades electorales. La compra de un popular e histórico equipo supuso una buena intuición (hoy copiada por muchos jeques árabes), una manera para obtener prestigio y darse a conocer al país entero, operación conducida con la colaboración de los canales de televisión pertenecientes al magnate. Asimismo, creció el protagonismo del deporte, asistiendo a una constante �futbolarización� de la política y de la comunicación en general.