A medio camino entre Latinoamérica y Europa, África occidental se ha convertido en el punto de confluencia del tráfico de cocaína proveniente de Colombia, Perú o Bolivia. A lo largo de los itinerarios que toma, el dinero nacido del comercio de la droga permite comprar a muchos intermediarios, en particular a responsables políticos, como en Malí, y ha contribuido a la descomposición de los Estados.