La ruptura del sistema monetario internacional (SMI) del FMI, a partir de 1971, y los cambios flotantes subsiguientes, generaron toda clase de turbulencias monetarias a escala internacional; a pesar de la simplificación monetaria, derivada del predominio de las dos mayores monedas, competitivas entre sí: el dólar y el euro. Sin que actualmente sea posible apreciar ninguna clara tendencia en cuanto a hegemonía de una de ellas sobre la otra, siendo lo más razonable la vuelta a algún nuevo SMI. A base de un acuerdo de tipos de cambio fijos entre las principales monedas internacionales citadas más el yen, yuan, etc. Todo ello, en pro de lo que podría ser, con el tiempo, una unión monetaria mundial; con una verdadera moneda global; que progresivamente fueran asumiendo los países debidamente preparados para ello, según unas reglas preacordadas. Un propósito todavía defendido por pocos, pero realizable en un plazo no lejano; sobre todo, si se tiene en cuenta el imparable proceso de globalización.