Tabula rasa, "tabla rasa". La imagen nace de las tablillas enceradas que los griegos y romanos utilizaban como soporte de escritura. Antes de redactar un texto, había que allanar la entalladura anterior: borar para volver a empezar.
Sometida desde 2010 a los buenos remedios de las instituciones económicas más renombradas, Grecia ha efectuado un gran salto hacia atrás. ¿Estaba el país endeudado? Pues ahora lo está más y, encima, empobrecido. De manera paralela, la población ha experimentado la vida cotidiana en tiempos de guerra financiera. Ha visto la fragmentación de su territorio y el apaleamiento de emigrantes por la extrema derecha. El estatus de país peroférico que tiene Grecias se ha acentuado bajo el efecto de "los intercambios desiguales" que denunciaba Andreas Panandreu en las columnas de Le Monde diplomatique en 1977.
Grecia, a la vanguardia de la demolición social, es asimismo un laboratorio para la recuperación. La debacle helénica marca el fracaso de la austeridad. Y da la razón a los partidarios de una vía distinta, de otra Europa. Es el momento del rearme intelectual y de las movilizaciones susceptibles de grabar un nuevo curso en la cera de la historia. Dirigente de la Coalición de la Izquierda Radical Griega (Syriza, por sus siglas en griego), Alexis Tsipras prepara el terreno para el periodo posterior a la crisis.