Deslocalizaciones para unos, remuneraciones estratosféricas para otros: doblemente benficioso para quienes lo enuncian, el discurso sobre la mundialización justifica a la vez la competencia que "se impone" a los asalariados y los privilegios de que disfruta una jet set presentada como supranacional. No obstante, un estudio minucioso demuestra que las bases de esta autoproclamada elite sigue siendo nacionales.