Olivier Cyran
La estrecha victoria del partido conservador Nueva Democracia en las elecciones legislativas griegas del pasado 17 de junio ha sido recibida con satisfacción por una coalición insólita: de Washington a Pekín y de París a Berlín, los jefes de Estado y de Gobierno celebran que un pueblo extenuado continúe asumiendo el precio de la generosidad concedida a los agentes financieros. Los más intransigentes de todos, los dirigentes alemanes, se apoyan en el sentimiento, profundamente anclado en su país, de que los griegos abusan de la solidaridad europea. Y que merecen lo que soportan.