Utilizada de forma persistente para describir el agravamiento de la situación económica y financiera desde 2008, la noción de crisis conlleva implícitamente la desregulación intempestiva de un sistema perenne. Así pues, bastaría con corregir los excesos para que el sistema volviera a funcionar. Pero, ¿y si el capitalismo democrático implementado por los países occidentales tras la Segunda Guerra Mundial comportara un desequilibrio insalvable?