La expansión actual de las shuras financiadas por ASOP (Programa Afgano de Acción Social) constituye la única conexión que el pueblo tiene con Gobiernos de Distrito y Provinciales que ocupan personas por designación política, ya que apenas hay, cuando los hay, Consejos de Distrito cuyos miembros hayan sido elegidos. Sin embargo, aunque proceden de un grupo inicial de candidatos seleccionados a propuesta de la Comunidad, son en última instancia nombrados por el Gobierno y no elegidos, tanto como difícil es cambiarlos una vez ocupan su puesto. También hay numerosas acusaciones de corruptela contra ancianos, de los que dicen que trabajan para o con la insurgencia, y que ejercen favoritismos con los fondos para el desarrollo. En algunos distritos, hay más pueblos que miembros de la shura, por lo que puede que varios pueblos tengan que depender de un solo hombre para representarlos a todos; en estos casos, incluso si uno no es propenso a favoritismos, no puede estar presente en todos los lugares a la vez para poder conocer íntimamente sus necesidades. Este sistema hace que muchos afganos se sientan privados de sus derechos por carecer de representación adecuada en las administraciones locales. Las generaciones más jóvenes se ven particularmente afectadas, porque incluso en situaciones donde los miembros de la shura no son corruptos, existe una significativa brecha generacional que deja a los hombres más jóvenes la sensación que los mayores ni entienden adecuadamente sus necesidades, ni los representan. La porción de la población que se siente más abandonada y está más resentida por ello es la de hombres en edad militar, que son también los más proclives a integrarse en las redes de la insurgencia. Los intentos de las fuerzas de la coalición de presentarse como fuerzas culturalmente sensibles a la hora de apoyar y ayudar a financiar estas shuras sólo exacerban las tensiones entre los propios afganos y generan animadversión hacia las fuerzas extranjeras. Aunque bien intencionado, el hecho de continuar ampliando el sistema de shuras no constituye sino un pobre sustituto de la celebración de comicios para contar con Consejos de Distrito elegidos, por lo que debe hacerse todo lo posible para alentar al Gobierno afgano a que avance en esa dirección.
The currently expanding paid ASOP (Afghan Social Outreach Programme) shuras are the only connection people have to an otherwise appointed district and provincial government as there are few if any elected District Councils. However, though they come from an initial pool of candidates put forth by the community, they are ultimately still selected by the government rather than elected and hard to change once they gain a seat. There are also numerous accusations of elders being corrupt, working for or with insurgents, and playing favourites with development money. In some Districts, there are more villages than shura members, so several villages may have to rely on one man to represent them all�even if he is not prone to playing favourites, he cannot be present in all places at once to intimately understand their needs. This system leaves many Afghans feeling disenfranchised as they fail to have adequate representation in the local government system. Younger generations are particularly affected, because even in situations where shura members are not corrupt, there is a significant generation gap that leaves younger men feeling that the older ones do not understand or accurately represent their needs. The portion of the population that feels the most left behind and is most resentful is military-aged males, who are also most likely to be drawn into insurgent networks.
Coalition Forces� attempts to be culturally sensitive in supporting and helping to fund these shuras only exacerbates the tensions between Afghans and generates ill-will towards foreign forces. Though well-intentioned, continuing to expand the shura system is a poor substitute for rolling out elected District Councils and every effort should be made to encourage the Afghan Government to proceed with the latter.