Harry Harootunian
Tras el impacto del tsunami, el mundo ha vivido al ritmo de las vicisitudes de la central de Fukusima y de sus seis reactores. El debate sobre la pertinencia del programa nuclear y de su control se reabre. Pero no es suficiente con cerrar una central para que todo termine. En la India, la protesta contra la implantación de un reactor europeo de agua presurizada cobra cada vez más importancia. En Japón, el Gobierno se ha mostrado alarmista en algunas ocasiones, en otras ha minimizado los riesgos de contaminación radiactiva, a merced de la información proporcionada por la empresa privada Tepco, e incluso se ha comportado de forma frívola.