La creciente desigualdad económica se traduce en una menor igualdad de oportunidades para los ciudadanos. Distribuir mal la riqueza socava la eficiencia de la economía y deslegitima la democracia.
Es inútil fingir que lo que ocurre en realidad no ocurre. Actualmente, el uno por cien más rico de los ciudadanos estadounidenses se lleva casi un cuarto de los ingresos del país, cada año. El uno por cien de los más ricos controla el 40 por cien de la riqueza del país. Su destino es mucho más halagüeño que en el pasado. Hace 25 años, el 12 por cien de los más ricos controlaba el 33 por cien de la riqueza. Habrá quien celebre el ingenio que ha llevado la buena fortuna a esas personas y habrá quien argumente que la marea alta hace subir a todas las barcas. Se trataría no obstante de posturas llamadas a engaño.