Patricio Lóizaga
El fin del milenio no es sólo un cambio calendario, se nos presenta como un período de grandes transformaciones, que parecen profundizarse y acelerarse vertiginosamente en los últimos años. El lenguaje y los acontecimientos históricos se alimentan recíprocamente en la idea de clausura de una etapa histórica y el inicio de otra. Una suerte de fascinación por el cambio nos invade; una suerte de resignación frente al cambio, nos anestesia, afirma el autor en este artículo que recorre los campos del arte, la cultura y la política de un siglo que agoniza.