La dinámica identitaria ha permitido incontestablemente una resistencia indígena, en América Latina, tan larga como la historia del Nuevo Mundo. Esa resistencia sigue vigente hoy en países como Chile, Guatemala, México, Perú, Brasil, etc. Pero en Bolivia, por ejemplo, en Venezuela y en Ecuador, en situaciones distintas, los indígenas comparten por fin el poder y reclaman ventajas sociales para todos: autóctonos, mestizos y criollos. Porque la resistencia no es contra un color de piel, es contra el dinero.