Muchos analistas consideraron que cuando desestabilizar a Saddam Hussein se convirtió en un tema prioritario en la agenda de política exterior, la administración Bush había enfocado erróneamente la raíz de las dificultades en Medio Oriente y que ésta se hallaba en el conflicto palestino. Sin embargo, no entendieron que Palestina puede ser central como símbolo de la política árabe, pero marginal con respecto a los problemas concretos. En el largo plazo, la pasión que despierta Palestina será debilitada si la gente de Medio Oriente puede ver a Estados Unidos, y a Occidente en general, como su socio en la búsqueda de una vida mejor.