Los puertos se reafirman como «nodos funcionales», que ejercitan funciones de atracción y captación de tráficos, por un lado; y son impulsores, en segundo término, de una dinámica de desarrollo territorial específica para seducir y desviar flujos de mercancías. Los nuevos objetivos portuarios se centran en los siguientes objetivos: atraer nuevos tráficos de mercancías; interconectar áreas económicas y formalizar corredores de transporte; captar inversiones para el impulso económico y territorial; estimular las interfaces «tierra/mar»; y adaptarse permanentemente a nuevas normas institucionales y de regulación económica. Ante estos desafíos, el sistema portuario español responde con una nueva cultura de la gestión, abandonando rasgos y actitudes de corte obsoletos, logrando situarse en un nivel que le permite abordar la competencia internacional con mejores garantías de éxito; insertase en las grandes rutas marítimas, mejorando con ello la conectividad portuaria; y proporcionando equipamientos suficientemente atractivos para la localización de los principales agentes y operadores marítimos. A lo largo del trabajo se analizan las inversiones, la especialización de tráficos, la conectividad y la rentabilidad portuaria.