René Vázquez Díaz
En el espacio de nueve días, tres mortíferos huracanes -Ike, Gustav y Hanna- azotaron, en septiembre pasado, la isla de Cuba. ¿Qué significa para un país pobre y bloqueado haber tenido que emplear más de diez mil vehículos, habilitar miles de albergues para proteger a más de tres millones de personas y enfrentarse a una situación casi bélica con siete muertos, una veintena de heridos y quinientas mil viviendas dañadas?