El pasado 6 de agosto, el primer Presidente elegido democráticamente de Mauritania, Sidi Uld Cheij Abdalahi, fue derrocado por una junta militar dirigida por el general Mohamed Ould Abdel Aziz, jefe de la Guardia Presidencial. Aún no se conocen con claridad los motivos de este golpe de Estado en el único país de África del Norte que mantiene relaciones diplomáticas con Israel. Y que ha padecido, en los últimos meses, varios atentados islamistas atribuidos a la rama de Al Qaeda en el Magreb, lo cual incitó a cancelar, en enero pasado, el célebre rally París-Dakar.
País muy pobre, que importa el 80% de los alimentos que consume, Mauritania tiene una alta dependencia económica de Europa, en particular de Francia y España. La diplomacia española sigue con especial atención la evolución de la situación pues Madrid ha firmado con Nuakchot varios acuerdos de cooperación en la lucha contra la emigración clandestina hacia Canarias. El pasado 1 de julio, Amnistía Internacional publicó un informe en el que acusa a Mauritania de detener y maltratar a los inmigrantes subsaharianos doblegándose ante las presiones de España y de la Unión Europea.