Durante su viaje a Oriente Próximo, el pasado mayo, el presidente estadounidense George W. Bush renovó su apoyo total a la política de Israel y afirmó su voluntad de continuar la "guerra contra el terrorismo" representada por Al Qaeda, Hezbolá, Hamás e Irán. Sin embargo, esa estrategia está fracasando en todos sus frentes: de Afganistán a Palestina, pasando por Irak. Lo confirman las últimas convulsiones en el Líbano, que desembocaron en la elección por amplia mayoría, el 26 de mayo, de un nuevo presidente, el hasta entonces comandante en jefe del ejército, el general Michel Suleiman, y de un gobierno de unión nacional con la participación de Hezbolá.