Carlos Colina
El odio es un término de connotaciones muy poderosas. Según el DRAE, el odio proviene del latín odium y significa �antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea�. Según el diccionario del El Mundo en español2 es un �sentimiento de aversión y rechazo, muy intenso e incontrolable, hacia algo o alguien�. Entonces, el odio es doblemente perverso porque desea mal y porque, al parecer, marca una aversión incontrolable. La fábula bíblica de Abel y Caín, nos hace pensar que el odio es un asunto individual y premoderno. En ocasiones, nos aterra su carácter concreto, individual, íntimo e interpersonal, como el caso de Medea que asesinó a sus hijos, por pasión y venganza, traicionada por su marido Jasón. Existe una tipología de odios desde los más acendrados y caínicos hasta los más leves y cortesanos. Ahora bien, en los últimos años ha tendido a superarse la interpretación subjetivista e individualista del odio, para leerlo en clave sociológica, en la cual éste fenómeno posee antecedentes y se encuentra, a veces, inducido y organizado. De acuerdo al momento y el lugar, y de cada formación social, adquiere diversas formas. Los odios políticos tienen un carácter imaginario pero sus consecuencias en la esfera pública causan perjuicios muy concretos en los modos de vida de las gentes. En general, el etnocentrismo cultural implica que se tienden a calibrar positivamente las cualidades del endogrupo y, por el contrario, a evaluar negativamente las características del exogrupo, quien está sometido generalmente a procesos de estereotipación.