Tras la difícil y dolorosa transición de los años 90, la Rusia de Putin no solo recobró la estabilidad interna sino que, al amparo de un rápido aumento de los ingresos por exportaciones de hidrocarburos, trató de recuperar su posición como gran potencia mundial, con una política exterior independiente y enérgica. Para llevar a cabo esa nueva política exterior, Putin se apoyó principalmente en el poder energético de Rusia como principal suministrador de Europa. Esta política produjo fuertes tensiones con occidente, en especial con EEUU y también con la UE.