Andy Grove, el ex CEO de la empresa, se hizo célebre por apostar a una nueva arquitectura para desarrollar chips más rápidos. Ahora, con una empresa mucho más grande, Paul Otellini, el jefe actual, promueve un cambio igualmente drástico: una nueva Intel, igual de ambiciosa pero más colaboradora, comprensiva y humana, y más "verde". Otellini, un hombre de marketing en una firma de ingenieros, no es sólo un agente del cambio: su ascenso también es un signo de la transformación que vive la compañía. Cuando anunció en Washington su apuesta de 7000 millones de dólares a la fabricación en Estados Unidos, "nadie sabía cuánto faltaba para que la crisis tocara fondo", recuerda. El CEO considera que el fundamento de negocios de las instalaciones industriales en Norteamérica es irrefutable: si se controla la fabricación, se controla la calidad. "Ahora pasaremos a estar una generación por delante del resto", afirma.