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Francisco Javier López González
El paisaje y la biodiversidad están íntimamente relacionados. Parece lógico pensar que la distribución territorial o el contenido de los sistemas naturales y de los manejados por la agricultura, la ganadería y la silvicultura, es decir, de los elementos definidores del paisaje, sean una pieza clave para la conservación y dispersión de las especies animales y vegetales, y para el mantenimiento de los flujos y del resto de las funciones de los ecosistemas. El paisaje rural sufrió en los últimos tiempos importantes cambios, motivados por la especialización y la modernización y crecimiento de las explotaciones, que llevaron a una clara pérdida de su diversidad, tanto en lo que se refiere a la morfología agraria como a los sistemas de cultivo y al propio hábitat rural. Como consecuencia, la biodiversidad también se está viendo afectada, pues las amenazas al paisaje también lo son en buena medida a la diversidad biológica y ecológica, por la relación entre ambos conceptos antes comentada. En Galicia, donde la heterogeneidad de su paisaje está principalmente condicionada por la actividad humana, para mantener la biodiversidad habría que ir a nuevos patrones de explotación, alejados de los monótonos paisajes agrarios modernos.
