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Jordi Urgell García
Dos dinámicas aparentemente contrapuestas articularon los acontecimientos del Sudeste Asiático durante el año 2006.
En clave doméstica, las dificultades de los Estados para avanzar en la resolución de los numerosos conflictos internos que acontecen en la región. En clave supranacional, los intentos por consolidar nuevas agendas y estructuras de seguridad compartida que superen el llamado �estilo ASEAN� �basado en la no injerencia, el consenso en la toma de decisiones y la autonomía de la región respecto de las grandes potencias�, y que inserten el Sudeste Asiático en espacios geopolíticos y económicos más amplios, como Asia-Pacífico o Asia Oriental. Atendiendo a los magros resultados que los Gobiernos de la región han logrado durante el año en la contención o canalización del disenso interno y las tensiones centrífugas, cabría concluir que la permeabilidad entre la agenda doméstica e internacional es muy escasa o bien que las posibilidades o la voluntad política de los gobiernos de implementar los nuevos conceptos de seguridad emergentes en la región son aún más ínfimas. Por tanto, el balance del 2006 es ambivalente. Por un lado se han frustrado, postergado o dejado escapar oportunidades de paz importantes, como la posibilidad de firmar un acuerdo de paz con el MILF en Mindanao (Filipinas), implementar el plan de autonomía especial en Papúa Occidental (Indonesia) o avanzar en la democratización y reconciliación en Myanmar a través de la reanudación de la Convención Nacional. Por otra parte, sin embargo, cabe observar con esperanza la flexibilización de principios tan asentados como la no injerencia en los asuntos domésticos de los Estados y la exploración de conceptos como las medidas de confianza, la prevención de conflictos o la seguridad cooperativa, que a buen seguro pueden contribuir a solucionar algunos de los conflictos más longevos del planeta.
