La República Popular de China cuenta hoy en día con uno de los regímenes sancionadores más estrictos del mundo, con un número de ejecuciones mayor que en el resto del mundo.
Este hecho se atribuye a la particularmente severa cultura tradicional punitiva aunque de hecho la China Imperial no fuera más estricta que la Europa medieval. A pesar de que el índice de criminalidad en China ha experimentado un importante incremento desde el inicio de las reformas de mercado a finales de los años setenta, aún no se puede calificar a la China actual como un país de elevada delincuencia. Aun teniendo en cuenta que las cifras oficiales de criminalidad son demasiado bajas, el argumento chino de que �en tiempos de caos se requieren leyes duras� no parece reflejar los índices de criminalidad relativamente bajos del país. Incluso si los problemas de corrupción y crimen organizado van en aumento, el régimen de castigo duro puede, paradójicamente, agravar el problema del crimen más que disminuirlo.