El principio de peligrosidad tanto en su vertiente subjetiva como la capacidad criminal que porta un sujeto, como objetiva, por los delitos ya cometidos y aquellos que se espera que cometa en el futuro, resulta vital e imprescindible para el moderno Derecho penal. Se debe abandonar el carácter residual que hasta ahora ha tenido, y ponerse legalmente a disposición de los Tribunales penales como instrumento útil y eficaz del principio de culpabilidad, con el fin de servir de muro de contención en la lucha contra una delincuencia cada vez más sofisticada, jerarquizada y globalizada.