La protesta del campamento Agdaym Izik y su desmantelamiento violento es otro hito de la resistencia saharaui. Lo sucedido amenaza la relación hispano-marroquí y revela la emergencia de un nuevo liderazgo que quiere distanciarse del Polisario.
Jatarrambla �o Zemla� ha quedado en la historia del Sahara Occidental como el lugar de memoria que marca el inicio de una conciencia de identidad como pueblo y de una resistencia a la colonización del territorio. La manifestación reivindicativa de unos 3.000 saharauis concentrados en la explanada junto a las Casas de Piedra en El Aaiún, fue brutalmente reprimida por el ejército español el 17 de junio de 1970, con un saldo de muertos y heridos y con la desaparición del líder del movimiento, Mohamed Bassiri, cuyo rastro tras su detención por las autoridades se esfuma sin que nunca se haya promovido una investigación que esclarezca los hechos y se interrogue sobre su paradero. Tan sólo Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) ha pedido recientemente al gobierno español la investigación de esta desaparición.
Cuarenta años después, el campamento de protesta de Agdaym Izik y su desmantelamiento violento con todas las secuelas trágicas que se han sucedido, quedará también como un hito en la historia de la resistencia saharaui por su autogobierno.
Lo que podía haber sido el principio de una autogestión para encontrar una vía de solución pacífica y negociada a un conflicto que dura ya 35 años, ha terminado en la peor y más violenta explosión de cólera de las tres últimas décadas. Desde los incidentes de Fez en 1990, los del norte del país en 1984 y los de Casablanca de 1981, no se había producido un enfrentamiento entre la población y las fuerzas del orden marroquíes de esta envergadura. Es más, en lo que se refiere al balance de policías víctimas, 11 muertos, los sucesos de El Aaiún lo convierten en el más dramático de todos. Y esto desliza el conflicto del Sahara por una peligrosa vía de violencia que puede hacer más irresoluble, si cabe, este viejo problema. Porque desde luego, en lo que se refiere al deterioro de la convivencia entre saharauis y marroquíes, la destrucción del �campamento de la dignidad�, como algunos le llamaban, va a suponer un punto de inflexión de consecuencias incalculables.
La causa de esta grave crisis, que de camino ha vuelto a traer la tensión a las relaciones hispano-marroquíes, hay que situarla en el desalojo precipitado y por la fuerza del campo, mientras una comisión de representantes de los acampados negociaba todavía con parlamentarios y miembros del Corcas (Consejo Consultivo Real para los Asuntos del Sahara) una solución a sus demandas. Así lo confirmaba la diputada del Partido del Progreso y el Socialismo (PPS), la saharaui Gajmula Ebbi, miembro del Corcas, que se encontraba en El Aaiún desde el miércoles anterior ejerciendo por cuenta del gobierno marroquí la intermediación con los acampados, y a quien el wali de la policía le aseguró la madrugada anterior al desalojo que este no tendría lugar.