La Estrategia Europea de Empleo (Luxemburgo, 1997) supuso un primer y decisivo paso hacia una política de empleo comunitaria, coordinando la actuación de los Estados miembros. Ante los desafíos de la globalización, el incremento de la tasa de desempleo era un problema común cuya solución no podía abordarse exclusivamente desde las posiciones nacionales, de ahí que el así llamado �Proceso de Luxemburgo� iniciara una serie de actuaciones dirigidas a lograr el pleno empleo en la Unión Europea. Este objetivo ambicioso fue ratificado posteriormente por la Estrategia de Lisboa (2000), que, sin anular la anterior, desarrolló su acción en paralelo durante varios años, de manera que ambas estrategias, con aquel objetivo compartido en materia de empleo, se complementaron, interaccionando la una sobre la otra. Es cierto que, a los cinco años de su puesta en práctica, las dos estrategias se revisaron y reforzaron, sobre todo ante las variables circunstancias económicas del momento y los cambios en la dimensión de la Unión Europea. En la creación de un espacio europeo de empleo ha resultado eficaz y positivo el �método abierto de coordinación�, como modelo de gobierno basado en la asociación entre los Estados miembros y las instituciones de la Unión Europea, que ha impulsado los programas nacionales de reforma. Si las primeras estrategias comunitarias sobre el empleo se proyectaron en un periodo de crecimiento económico, la llegada de la crisis obligó a un profundo replanteamiento, simplificando los objetivos y perfeccionando el método de coordinación. En este nuevo marco se aprueba la Estrategia �Europa 2020�, que prevé las nuevas líneas de actuación En materia de política económica y de empleo para la próxima década.