Las actuales teorías sobre liderazgo demuestran que la clave para ser un buen líder no está relacionada con factores innatos, sino con competencias emocionales. Los líderes emocionalmente inteligentes se conocen bien a sí mismos, gestionan sus emociones y las de sus colaboradores y construyen relaciones sólidas, duraderas y basadas en la confianza. Inspiran y motivan porque demuestran pasión, compromiso y una sincera y profunda preocupación por las personas. Además, utilizando estas habilidades, obtiene resultados. La noticia esperanzadora es que las competencias emocionales pueden ser desarrolladas en la medida en que uno desee. La capacidad de una persona para mejorar, aprender y desarrollar sus habilidades depende fundamentalmente de su actitud.