Susana Aguilar Fernández , Alberto Fernández Cibaja
Antes de la irrupción de la crisis económica internacional de 2008 las encuestas de opinión mostraban que los españoles consideraban la problemática de la vivienda como una de sus máximas prioridades. En 2003, y como resultado de esta preocupación, surgió un movimiento social que se centraba en el difícil acceso a la misma. El movimiento adquirió un renovado impacto social y un mayor ímpetu con la creación de una nueva organización tres años más tarde: la Asamblea por la Vivienda Digna. Liderada principalmente por jóvenes y estudiantes, la Asamblea ha propiciado el desarrollo de un nuevo movimiento por una vivienda digna (MVD) de tipo más rupturista y menos convencional al tiempo que se ha embarcado en una estrategia de acción colectiva contenciosa en las calles. A pesar de la importancia que la sociedad otorgaba a la situación del mercado inmobiliario, el MVD ha sido incapaz de �explotar� el tema y de conseguir resultados tangibles. El uso de un enmarcado radical e intransigente, la ausencia de estrategias que facilitaran el establecimiento de amplias alianzas sociales y la falta de disposición para cooperar con potenciales aliados políticos pueden explicar por qué esta organización no ha sido capaz de generar un movimiento social exitoso.