Swartz despertó el 1 de junio de 2009 y se encontró con el primero de los 65.000 airados e-mails que terminaría recibiendo, donde se acusaba a Timberland de destruir la selva amazónica y exacerbar el calentamiento global. Los remitentes reaccionaron a un informe de Greenpeace que decía que los criadores de ganado en Brasil estaban talando ilegalmente la selva para crear pastizales yque el cuero de esas vacas podría estar siendo usado en el calzado fabricado por Timberland. Swartz y su equipo debieron elaborar una respuesta inmediata: la reputación de la marca estaba en juego. Él se percató de que la pregunta subyacente �¿de dónde provenía el cuero de Timberland?� era legítima yque no sabía la respuesta. La idea de rastrear los cueros desde la curtimbre hasta los pastizales era intimidante, pero él vio el desafío como una batalla por conquistar los corazones y las mentes de los activistas ambientales.
La empresa inició un diálogo con Greenpeace y su proveedor en Brasil para certificar el origen de las pieles. Mientras tanto, Swartz se aseguró de que se respondiera a todos los e-mails recibidos. Finalmente, Timberland alabó a Greenpeace por atraer la atención del sector hacia ese problema yGreenpeace reconoció que Timberland adoptó una posición de liderazgo al respecto.